martes, 21 de diciembre de 2010

DESENGÁÑATE

Desengáñate
la libertad y la seguridad no existen,
desde el momento en que nacemos
estamos condenados al olvido de la muerte,
y en las yemas de los dedos sólo quedan restos de lágrimas.

Existe un espacio ya creado que hay que seguir sin remedio,
con un principio pero sin fin.
Existe el tiempo, caballero indomable confinado dentro de un reloj
capaz de medir el efímero instante de una vida y el eterno dolor de la muerte.

La ambición es el impulso que mueve al mundo
el ángulo de todas las fuerzas que destruyen sueños.

Haz de tu racionalidad la ley de tus pensamientos
y de tus pensamientos artimañas
para que nazcan nuevos actos racionales.

Existe el pensamiento,
confinado queda en lo más recóndito de tu alma, 
y no tiene mayor trascendencia que un comentario fuera de contexto.

Eres una perfecta máquina forjada a base de errores,
un ser irreal en la dimensión del sueño.

Desengáñate,
aprende a luchar para vivir, y a vivir como en una lucha.
Desengáñate y comprende que sólo el dolor te hará más fuerte.

Desengáñate.
No te resistas a las convenciones como la flor no se resiste a las estaciones
Hazte frío, calculador, y que el afán de superación
se convierta en tu máxima primera.

A nadie le importa que estés o no vivo,
desengáñate.
La culminación del sentimiento
no marca sino el principio de su destrucción.
La poesía, belleza, la música, lo más sublime del dudoso alma,
todas las artes, como todo lo inventado, no significan nada,
no son sino amargo placebo que cubren de gris un mundo negro.

Reacciona y desengáñate
con el miedo del que quiere vivir
sólo por su temor a la Muerte.
Reacciona y desengáñate
con la amargura de que lo ha perdido todo 
y vaga por las calles en busca de nada.
Desengáñate

Desilusionado con el presente, temeroso ante el futuro
y condenado por el pasado.

Desengáñate.
Vivir, morir y desaparecer.
A nadie le importa que estés o no vivo.
Desengáñate.
Sólo te ruego un favor...

tú no pierdas la esperanza.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Dulce pecado

Dulce es mi pecado,
inalcanzable,
destilada ambrosía que tienta al alma
ingenua,
perversa pasión difuminada en la noche,
silenciosa serpiente que estrangula
la cordura con su bífida lengua
dejando correr la sangre
junto con un suspiro de amor
de muerte
de anhelo.

Dulce es mi pecado,
teñidos estan mis labios de su presencia
y de su aroma,
y de él...
Culpabilizando un corazón ultrajado
loco de amor
o de pasión, refrenado
que llora un latido ausente.

Mi dulce pecado...
Como cristales líquidos mis ojos
te buscan,
y te lloran,
te extiendo las mismas manos que
rechazan tus formas
porque desean acariciarlas
con suspiros que se cuelan entre los dedos
que herizan la piel
y el alma
y quiebran el pensamiento.

Tan negro como el azabache
este tierno pecado,
como merecida condena
recorre mi alma
gritando mi nombre,
pues sabe mi entrega,
atado por una ardiente locura
a sus pies
sabiendo que sacrificaré
mis labios,
y mi amor,
y mi dolor junto con mis lágrimas
que le ofrendaré mi condena.

Pecado de mi agonía
sonriénte maldad
¿o es amor lo que brilla?
¿o no es todo acaso nada?

Responde mi dulce pecado
¿por qué huyes de mi pasión?
¿no eres tú acaso el pecado?
¿por qué huye el depredador?
¿por qué acallas unos labios
que te ofrecen
el dolor,
la pasión,
un suspiro enajenado?

Si para tentar naciste...

¿por qué no hundir al idiota tentado?

sábado, 11 de diciembre de 2010

No imaginaba tu dolor

No imaginaba tu dolor
hasta que me dolió
a mí mismo.

Cada vez que rozaba tu mano
un suspiro arrullaba mi alma,
la luz de tus labios,
la ternura de tu mirada,
dos jóvenes
que aman un corazón,
una forma de ser,
una semilla arraigada
en el centro del alma,
del mundo.
Un universo que gira en torno
al sentimiento.

No imaginaba tu dolor
y tu miedo,
no hasta ver tus pisadas
desvanecerse
en la espuma
del olvido
de un alma
hasta entonces compartida.

(Música: Sleepsong )

jueves, 9 de diciembre de 2010

Reflejo


Sentado frente al espejo te miras
tratando de encontrar algo que te recuerde
quién eres. Yo te pregunto:

"¿Acaso conoces a ese que gesticula delante de tí?
¿Algún recuerdo compartido con ese que a tí se asemeja?
¿Quién crees que eres para ese que, burda copia de tí mismo,
se ríe mientras tu lloras?"

Vuelves a mirarte, os acariciais una mejilla
para demostraros que podeis sentir,
que no es un sueño, que estais realmente
compitiendo en un duelo de miradas,
un duelo en el que nadie resulta vencedor
y al que es imposible no jugar. Y yo te pregunto:

"¿Cuántos sueños perdidos por culpa de ese frío gemelo?
¿Cuántos amores llorados por ese, incapaz de articular palabra?
¿Cuántos besos desvanecidos en el aire, igual que el vaho
que produces al besarte a tí mismo?"

Lanzas tu ira sobre él, le destrozas,
pero aún le puedes ver, cubierto de sangre
clavando en tí su mirada con una burlona sonrisa:
"¿No eres acaso tú el que ríe?"

Ahora sus mil rostros, salpicados de rojo fluido
no muestran herida alguna:
"¿No eres acaso tú el que sangra?"

Cansado cierras los ojos...
"¿Cuánto tiempo vas a seguir jugando
a ser ese que vive eternamente
detrás del espejo?"

lunes, 6 de diciembre de 2010

Un día del Amor

Cae la lluvia tras algodones de cemento,
el horizonte es manto de luto,
acumulación de cenizas que aún dejan ver
restos de lo que ayer fué fuego; anochece.

Infinita aureola de luz emerge,
poderoso resplandor capaz de secar
la reciente humedad de tus ojos,
tu das y quitas la vida; amanece.

Rosas cansadas que ceden sus hojas,
danza de pétalos recorre los vientos,
pétalos y espinas que abren heridas
fundiendo un mar de sangre en un ocaso; atardece.

Sueños que se entregan a un sólo destino,
ilusiones vanas que el agua salada disuelve,
pasiones que sucumben a lo irracional de lo humano
destruyendo un corazón latente; muere.

domingo, 5 de diciembre de 2010

6 de Noviembre de 2007

Parece que fue ayer cuando llegaste,
tan frágil,
ya te has ido.
Te has ido y te extraño,
porque nunca volveré a verte.
Hoy lloran mis ojos,
y mi corazón,
y mi alma,
porque buscan sin encontrar
tus ojos verdes,
porque te has ido y te extraño,
porque nunca volveré a verte.
Hoy se rasga mi vida
y mi ilusión
y mi alma
porque buscan entre mis dedos
tu tacto
ya ausente
sin encontrarlo,
porque se han ido tus ojos verdes,
porque nunca volveré a verte.
En mi febril desconsuelo,
hoy 6 de noviembre,
hoy estalla mi rabia,
grita mi furia,
me desgarra el dolor,
se escapan mi amor,
y una lágrima
porque buscan tus ojos,
ausentes,
porque buscan tu tacto,
ausente,
porque buscan de nuevo
tus ojos verdes,
porque te has ido, y te extraño,
porque no volveré nunca a verte...

(A tí, que pasaste tantas tardes de estudio junto a mí,
recostado a mi lado, incondicional,
llenando mis silencios de un cálido ronroneo.)

sábado, 4 de diciembre de 2010

Recuerdo

El atronador grito
del silencio
retumba en el lado derecho
de mi cama,
nada puede encubrir
tu ausencia
imagino tus ojos en la
niebla,
lejanos,
suavemente arrullados
por una brisa de sal
que provoca una lágrima
distante.
El corazón oprime
los pulmones mientras
se expanden en un
cielo infinito de recuerdos,
vasto e infinito,
me recuesto
sobre el costado
tu aroma aún presente
conforma una silueta
invisible
que acaricia mi pelo
tu aliento en mi nuca,
un escalofrío,
en las entrañas del universo
una luna en cuarto menguante.


viernes, 3 de diciembre de 2010

SOLILOQUIO DE LUNA

Empezó siendo un simple susurro, como una brisa suave que se levanta a última hora de la tarde, de esas que te producen un cosquilleo y te erizan la piel con el presagio de que algo va a sucederte. Lo que nunca podría imaginar es que el susurro se haría tan intenso y agudo, llegando a penetrar el propio pensamiento. Mi corazón, pálpitos suaves y continuados, ingenuo a un cambio de ritmo inminente, soñaba despierto, mientras mantenía una de sus eternas discusiones con esa racionalidad tan fría que siempre ha guiado mis pasos. No tengo recuerdo de una sola decisión que no haya sido antes escrupulosamente analizada, meditada y reconsiderada hasta el punto de volver a ser analizada de nuevo. La historia se repetía otra vez. Cansado de luchar contra mi yo más analítico caminaba lentamente replanteándome los pros y los contras de mi nueva situación llegando a cuestionarme si de verdad quería a esa persona de la que se suponía estaba enamorado. No había pasado nada realmente, sólo un intercambio de opiniones que me hacían pensar hasta que punto todo era consecuencia de mi propia intransigencia o de mi propia naturaleza estúpida que siempre me lleva a una sumisión absoluta. Dejé de caminar y me senté a esperar que algo ocurriese, que algo se iluminase dentro de mi  cerebro dejando al descubierto la verdad más evidente que, de puro obvio, pasa inadvertida. Noté el frío de la noche calarse poco a poco en mis huesos, quizá debería haber cogido algo que abrigase más que una simple camiseta de tirantes pero, ¿cómo iba a saber yo en el momento en que crucé el umbral de la puerta que me iba a encontrar a mí mismo caminando a plena luz de luna envuelto en la serenidad de la noche? No, no podía haberlo sabido, y ahora tenía frío. Y de nuevo volvía a la carga ese ser diminuto que habita en mi consciencia: ¿era frío o miedo? El frío no cala tanto la carne en esa época del año, no cala tanto como para llegar al corazón, no se va de repente para volver al cabo de un rato. No. El frío no funciona de esa manera. Es algo más físico, más tangible, y comenzaba a entender que el amor no era ni lo uno, ni lo otro. Creo que mi problema residía en la necesidad de encontrar alguien adecuado para mí con quien compartir mis anhelos y desesperaciones, y quizá esa idea fue la que me llevó a idealizar y elevar a la categoría de dios lo que no era más que otro simple y llano ser humano. O quizá sí que fuese lo suficientemente especial como para merecer ese título y era yo quien no era capaz de verlo a pesar de tenerle día a día delante de mis ojos. Pero no siempre había sido así, hubo un tiempo en el que una sóla sonrisa acallaba todas las dudas, pero ¿las silenciaba realmente? ¿no sería que las acumulaba en mi subconsciente propiciando una distorsión absoluta de la realidad sólo para dejarlas en libertad en un momento de extrema debilidad y poder ser así yo mismo más vulnerable? Definitivamente había estado enamorado. Eso tenía que haberme pasado, no hay otra explicación. Pero ¿y si…? Me llevé las manos a la cabeza y comencé a agitarla fuertemente, tenía que dejar de pensar, me estaba desgastando por dentro encadenar una supuesta respuesta con una nueva pregunta. Encendí un cigarro. Aspiré con fuerza. Solté esa mezcla de aire y humo sintiendo como el cuerpo se me desentumecía. Era como si parte de mi alma se hubiese escapado también en la gris bocanada. Y seguí caminando.

Estaba demasiado cansado de una vida que necesitaba ser cuestionada para adquirir sentido.

Cuando aquel chico se acercó sonriendo mi cara se tornó agresiva. "¿Tienes fuego?" "No". No entiendo por qué respondí de esa manera mientras acariciaba la piedra del mechero en mi bolsillo. "¿Me puedes dejar el tuyo?" Con rostro indiferente le extendí mi cigarro, rozó mis dedos, encendió el suyo, me lo devolvió, evité rozarle nuevamente sintiendo el calor cercano a las yemas de los dedos. "Gracias". "No es nada". Y seguía dejando escurrir el mechero del bolsillo entre mis dedos. "No suele haber mucha gente a estas horas caminando por aquí". "Yo lo hago". Su sonrisa desapareció. ¿Sería que no era la respuesta que buscaba en caso de que buscase alguna? Retomé mi camino hacia el frente. Se giró. No dijo nada pero se giró. Y no fue hasta pasado un buen rato que sentí sus pasos dirigirse hacia el punto en el que yo originé la marcha. Cada vez más lejanos. Imperceptibles. ¿Realmente necesitaba el mechero? Quizá el también estaba solo, quizá sólo quería hablar, quizá sólo quería saber que hacía un chico caminando en la noche, mirando el suelo, murmurando en silencio, a varios kilómetros de su casa. Quizá debería haberle dejado el mechero o cambiar el tono de mi respuesta. Pero ¿qué más daba? Ya se había ido, ya no estaba allí, ya había pasado todo y ponerse a crear hipótesis no  era más que un absurdo. Además, no tenía casi gas. De nuevo comencé a perderme… Si le hubiese llamado justo después… o si me hubiese llamado, seguramente no se habría acrecentado esta sensación de vacío, duda y rencor. Pero, ¿por qué tenía que llamar yo sin un motivo claro por el que disculparme? ¿Debería haber improvisado uno? No. Otra vez esa sensación de necesitar agradar a los demás por encima de cualquier cosa. “Estás solo, y sólo te quedan tus silencios”. Me detuve en mitad del puente. Las luces de los coches bajo mis pies… estaba demasiado cansado y, por primera vez en mi vida, sonreí antes de hace algo sin pensar.

Perdona mi pasión

Perdona mi pasión
y mi deseo,
perdona la rosa de mi
alma
que se atreve a rozar
tu mano desnuda
cediendo
un purpureo petalo al
viento.
Perdona la calidez de mi
boca
que se nutre de luz
buscando tu presencia
en la oscuridad de tus labios
sellados.
No tengas en cuenta
que es mi corazón
quien perturba el silencio
de tu ser,
quien se desangra
agónicamente
para cubrir de amor
la venda sobre
tu espíritu
y arrancar de tu
vida
un fragmento de
verdad y miedo.

Silencio

Como una mordaza
que ahoga mi voz
mientras estrangulas
mi alma con tus dedos
arrancas lo efímero
de la esencia
de mi carne.
Tu que besaste mi
corazón
aletargado por el frío de
otros ojos,
ofreces mi cuerpo desnudo
que se despedaza
ante unas manos
que desgarran lentamente.
Nutre mi sangre
labios ajenos,
condenas mi amor
y mi silencio.