lunes, 20 de diciembre de 2010

Dulce pecado

Dulce es mi pecado,
inalcanzable,
destilada ambrosía que tienta al alma
ingenua,
perversa pasión difuminada en la noche,
silenciosa serpiente que estrangula
la cordura con su bífida lengua
dejando correr la sangre
junto con un suspiro de amor
de muerte
de anhelo.

Dulce es mi pecado,
teñidos estan mis labios de su presencia
y de su aroma,
y de él...
Culpabilizando un corazón ultrajado
loco de amor
o de pasión, refrenado
que llora un latido ausente.

Mi dulce pecado...
Como cristales líquidos mis ojos
te buscan,
y te lloran,
te extiendo las mismas manos que
rechazan tus formas
porque desean acariciarlas
con suspiros que se cuelan entre los dedos
que herizan la piel
y el alma
y quiebran el pensamiento.

Tan negro como el azabache
este tierno pecado,
como merecida condena
recorre mi alma
gritando mi nombre,
pues sabe mi entrega,
atado por una ardiente locura
a sus pies
sabiendo que sacrificaré
mis labios,
y mi amor,
y mi dolor junto con mis lágrimas
que le ofrendaré mi condena.

Pecado de mi agonía
sonriénte maldad
¿o es amor lo que brilla?
¿o no es todo acaso nada?

Responde mi dulce pecado
¿por qué huyes de mi pasión?
¿no eres tú acaso el pecado?
¿por qué huye el depredador?
¿por qué acallas unos labios
que te ofrecen
el dolor,
la pasión,
un suspiro enajenado?

Si para tentar naciste...

¿por qué no hundir al idiota tentado?

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